Sentada en el zaguán de su casa en el pueblo de Dolores donde ella vivÃa, miraba a las parejas besarse mientras se tocaban, en los bancos verdes de la plaza al mediodÃa . TenÃa pocos años, el pelo largo trenzado de ilusiones- Un flequillo que le tocaba los ojos. Metales en los dientes, sonrisa intensa sin labial, y un pecho joven bajo la transparencia de la blusa no ceñida. Su cuerpo magro dorado de arena, de la piscina donde a diario nadaba. La gente la miraba cuando ella leÃa " Mujercitas" su libro preferido y al cual amaba. Le gustaba un chico más grande. El tenÃa casi 20 años, estudiaba derecho y a veces la miraba, le guiñaba un ojo diciéndole un piropo inconfesable. Y ella húmeda de placer sonrojaba. Nunca se amaron ni siquiera besos, el se fue del pueblo rumbo a Buenos Aires, y ella se fue a la ciudad de Mar del Plata, donde encontró al hombre de su vida que le pidió casarse .